Con motivo de que en los próximos días subiré el siguiente capítulo de esta maravillosa historia, he recopilado en un solo post todas las partes anteriores para que podáis disfrutarla nuevamente, si ya la habéis leído, o bien que os enamoréis de ella por primera vez.
En este relato Olicity, tanto en esta parte como la que subiré próximamente, he puesto mi corazón, intentando tocar todos los puntos que teníamos pendientes, de sacar todas las espinas que tenemos clavadas con respecto a la serie.
Darnos la oportunidad de poder tener aquella maravillosa cita que nunca tuvimos.
Espero que os guste tanto como a mí.
No podía despedirme sin dar las gracias a mis incondicionales, a mis chicas, a las que cada día estáis ahí apoyándome. Sin vosotras, nada de esto sería posible. Muchas gracias.
Y por supuesto muchas gracias a tod@s los que me seguís historia tras historia, acompañándome a cada paso del camino. ¡Gracias!
Sin más, os dejo que os sumerjáis conmigo en esta nueva aventura. ¡Un beso muy grande!
Escena
Oliver se encontraba en su despacho trabajando en algunos asuntos que tenía pendientes, cuando siente que alguien llama a la puerta, éste levanta la vista para encontrarse con una figura tremendamente familiar al otro lado del cristal.
-- ¿Puedo pasar?
Oliver sonríe
ante la pregunta y le indica que entre.
-- Dig, ya sabes
que tú no necesitas pedir permiso.
-- Bueno, hay que
mantener las apariencias. Ahora eres alguien importante.
Diggle se sentó
frente a él con una sonrisa,
observándole mientras escribía algo en el ordenador. En ese momento se
dio cuenta de cómo había cambiado todo. De cómo Oliver había madurado hasta
convertirse en quién era. Y eso le llenaba de satisfacción.
-- ¿Querías algo?
– le preguntó desviando mínimamente la vista de la pantalla
-- Nada especial.
Solamente ver cómo estabas.- su voz sonaba tranquila, apaciguada
Oliver se le
quedó mirando, en silencio, un poco extrañado ya que precisamente la falta de
comunicación no era un problema entre ellos. Un par de segundos después, el sonido
de unos tacones desde la lejanía irrumpió en la oficina, llenando completamente
su vacío.
-- Hola Dig!- le
saludó una sonriente y enérgica Felicity que dirigió sus pasos directamente
hacia la mesa de su jefe – Aquí tienes, el informe que pediste esta mañana.
Felicity le
ofreció un portafolio con algunos documentos dentro, el cual él recogió de su
mano con una sonrisa.
-- Gracias. Por
cierto, ¿podrías mirarme si Palmer Tech ha confirmado la reunión de mañana?
Nada más
pronunciar esas palabras, devolvió su atención hacia los papeles que cubrían su
mesa, sin embargo unos segundos después comprobó que el cuerpo de Felicity
seguía frente a él con una mirada algo inquisidora. Esa ceja levantada era
clara muestra de ello.
-- ¿Por favor?
-- Eso está mucho
mejor.- Hizo un gesto con la mano hacia él, como si le tocara con una varita
mágica, volviendo a aparecer la sonrisa que a él tanto le gustaba
-- Adiós Dig!- le
dijo al pasar por su lado con su habitual contoneo
-- Adiós Felicity
– le contestó con una cierta sonrisa de picardía
Oliver, que había
seguido con detalle cada paso de su compañera mientras se alejaba, carraspeó
levemente al darse cuenta de que estaba siendo observado, decidiendo volver a
hacer lo que “tanto le gustaba”: trabajar.
Dig al haber presenciado
la escena, no pudo mantenerse en silencio, decidiendo que quizá había llegado
el momento de que alguien les ayudara.
-- ¿Qué tal todo
con Felicity?
-- Bien. Va
adaptándose poco a poco. Aunque ya la conoces, algunas veces tiene sus pequeños
arranques de genio.
-- Ya. Es una
mujer especial, una…que cualquier hombre desearía tener a su lado.
Oliver dirigió su
mirada por primera vez hacia él.
-- ¿A qué viene
eso ahora?
-- Oliver, ¿no
crees que ya es hora de que te sinceres con ella?
-- ¿Sincerarme?...
-- Decirle que la
quieres.
-- Ahm…cómo…
-- ¿Qué cómo lo
sé? Dejando de lado que es algo obvio. Paso mucho tiempo con vosotros.
-- ¿Es algo
obvio?
Oliver acogió la
respuesta con cierta sorpresa.
-- Me temo que
sí.
Al ver que Oliver
cerraba los ojos frotando su frente como si eso le preocupara, decidió
preguntar:
-- ¿Pretendías
que fuera un secreto?
-- Sí, es decir
no, pero al menos esperaba que no fuera de dominio público.
-- ¿Porque eso te
hace vulnerable?
-- No…es…porque
no quiero hacerle daño a Felicity. Atarla a este tipo de vida… con alguien como
yo…no, no es lo que quiero para ella
-- Oliver, no sé
si eres consciente de ello pero…Felicity ya está atada a este tipo de vida,
desde hace bastante tiempo. Y con respecto a que sea o no contigo. Creo que te
subestimas.
-- Ella se merece
a alguien mejor que yo, John.
-- Tú eres justo
lo que ella necesita.
-- ¿Un asesino
encapuchado, con una doble vida? Sí, es el sueño de toda mujer.
-- No Oliver,
ella necesita al hombre que hay tras la capucha. Alguien que es capaz de
sacrificarse por otros, sin pedir nada a cambio.
Tras una breve
pausa continuó.
-- Antes de que
llegaras a esa isla, no eras lo que se dice alguien recomendable, es cierto.
Tenías una máscara que ocultaba cómo eras de verdad. Pero sobrevivir a todas
aquellas experiencias consiguió que esa máscara se fuera rompiendo, dejando
salir a tu verdadero yo. Te fue convirtiendo en quién eres Oliver. Sólo te
hacía falta un poco de mano dura de Felicity para terminar de pulirte.
Ambos amigos
sonrieron, aunque a Oliver le costara admitirlo, Dig tenía razón.
-- Creo que
deberías darle una oportunidad. Y con ello… perdonarte a ti mismo.
Oliver desvió su
mirada hacia Felicity que seguía inmersa en sus quehaceres, ajena a lo que
estaba ocurriendo entre ellos. Se quedó pensativo, quizá planteándose si podría
dar ese paso.
-- No sé si
todavía merezco ese derecho.
-- Créeme, te lo has ganado a pulso.
Dig se levantó de
su silla dirigiéndose hacia la puerta.
-- Si me aceptas
un consejo…no permitas que tu vida se reduzca a esa capucha. Te estarías
perdiendo todo lo que puede ofrecerte.
-- ¿Te refieres a
salir a cenar, o ver películas con palomitas?
-- Eso es Oliver,
una vida normal.
Diggle se marchó
dejando a su amigo abstraído en sus propios pensamientos.
Por la tarde en la guarida…
Felicity entraba
en el Verdant maldiciendo al hombre del tiempo por no haber sabido hacer algo
tan sencillo como calcular la posición de las nubes, y que como consecuencia ella hubiera acabado
algo más mojada de lo normal.
-- No me explico
cómo se puede fallar en algo tan simple. Si sólo tienen que mirar una
pantalla…- farfullaba algo molesta mientras se adentraba en la estancia
Agradecía que a
esa hora no hubiera nadie en la discoteca, ya que las aglomeraciones de gente
la ponían muy nerviosa.
Casi al llegar a
la entrada que conducía al sótano, su pie resbaló llevándola casi a perder el
equilibrio, lo cual hubiera sido todo un contratiempo.
-- Uuuu, casi me
mato- al mirar hacia abajo observó una sustancia viscosa y pegajosa en el suelo
– Argh qué asco, por una vez me alegro de no ser yo quién lo
limpie.
Cuando sus pies
por fin tocaron un suelo medianamente estable, siguió hablando en un tono más
alto, puesto que la acústica en aquella cueva no era demasiado buena según qué
zonas, creyendo que así tanto Oliver como Diggle la escucharían.
-- Oliver, te
sugiero que contrates a otra empresa de limpieza, casi me mato allí arriba al
pisar sabe dios qué.
A pesar de sus
esfuerzos, ninguno de los chicos alcanzó a escucharla ya que tenían toda su
atención centrada en una sola cosa, su particular batalla de entrenamiento.
Un movimiento en
falso, un despiste…y todo cambiaría.
-- 50 a favor de
Oliver. – dijo al llegar hasta una de las mesas pudiendo dejar el bolso y
quitarse el abrigo mojado
La voz de
Felicity surtió un efecto de distracción sobre la concentración de Oliver, cosa
que Diggle supo aprovechar a su favor, asestándole el golpe de la victoria.
-- Buen golpe.
-- Gracias, aunque
tú no lo has hecho nada mal.
Ambos hombres
llevaban ropa deportiva ancha y estaban sin camiseta, hecho que particularmente
a Felicity, le encantaba ya que le permitía deleitarse con las vistas.
Sus cuerpos
estaban sudorosos y exhaustos pero el esfuerzo había merecido la pena. Se
acercaron a la mesa donde se encontraba Felicity quién les obsequió con una
toalla a cada uno.
-- ¿Quién ha
ganado?
-- En realidad se
puede decir que hemos quedado en empate.- contestó Oliver bebiendo un poco de
agua de su botella
-- Eso está muy
bien Dig. Enhorabuena.- le dijo muy sonriente
Felicity le dio
una pequeña palmadita en el brazo a su compañero, quién emitió una leve sonrisa
-- Gracias. Pero
no todo el mérito ha sido mío. Oliver es un buen entrenador.
-- Aunque eso es
cierto, tú has mejorado mucho. Al principio no me costaba tanto vencerte, pero
ahora… me haces tener que entregarme a fondo.
-- Eso viniendo
de ti, es todo un cumplido.
-- Disfrútalo
porque no va a volver a repetirse. – contestó con una sonrisa
Felicity les
miraba embobada, disfrutaba mucho aquellos momentos de complicidad entre los
tres.
-- Lo tendré en
cuenta, aunque usted señorita- levantó el dedo índice levemente hacia ella – no
haya confiado en mí.
Felicity se puso
algo nerviosa, se sentía en un callejón sin salida, dijera lo que dijera
seguramente quedaría mal.
-- Yo no quería
decir eso…es sólo que en fin, es Oliver…- una risilla tonta hizo su aparición
pero rápidamente carraspeó, aparentando normalidad, al darse cuenta de que se
estaba dejando en evidencia – pero descuida que si hubiera sido cualquier otro,
hubiera apostado por ti, no lo dudes.
Oliver y Diggle
rieron divertidos al ver que habían conseguido tomarle el pelo, sin maldad por
supuesto.
-- Tal vez
deberías intentar entrenar conmigo algún día.
Felicity le miró
con sorpresa y no fue la única. No acababa de creerse que Oliver al fin se
estuviera ofreciendo a hacer algo que ella le había estado pidiendo desde que
se integró en el equipo.
-- ¿Te estás
ofreciendo a entrenarme? ¿He oído bien?
-- Bueno…formas
parte del equipo, ¿no?
-- Ahm Oliver, no
sé qué decir. Me encanta la idea.
Felicity estaba
radiante, se notaba que la noticia la había hecho muy feliz.
--
Entonces ya está.
Sin
poder frenarse, se abrazó a Oliver con fuerza.
--
Gracias, gracias.
A
pesar de que aquel gesto le había cogido desprevenido, Oliver correspondió
plenamente a ese abrazo, disfrutando cada segundo de él. Cuando sus cuerpos se
separaron lentamente, sus miradas se buscaron, perdiéndose el uno en el otro. Un
silencio incómodo se hizo palpable entre ellos, haciendo que se separaran de
una manera más brusca.
-- Si soy buena y
consigo tu aprobación, cosa bastante difícil por cierto, ¿crees que podrías
dejarme salir a patrullar con vosotros? Por fi por fi.
La pregunta
llegaba con entusiasmo, Felicity siempre había querido ser una parte activa
dentro de grupo, poder ayudar desde un ángulo distinto, sentir esa descarga de
adrenalina.
-- No, eso sigue
siendo no negociable.
Lo malo de subir
muy alto es que la caída también duele más. Decepcionada, y sin ocultar su
frustración se dirigió hacia el almacén para coger una toalla con la que poder
secarse de la lluvia.
Aprovechando el
poco tiempo a solas del que disponía Diggle decidió intervenir.
-- Sé que quieres
protegerla, pero tienes que asumir que algunas veces tendrá que venir con
nosotros.
-- Puede hacer su
trabajo desde aquí, no es necesario exponerla.
-- Algunas veces
ha sido necesario hacerlo porque la situación así lo requería.
-- Han sido las
mínimas, y siempre me he encargado de que estuviera a salvo.
-- Oliver…no
puedes…
Oliver le miró
desafiante y contundente.
-- Diggle,
mientras pueda evitarlo, lo evitaré.
Diggle sabía
mejor que nadie que cuando Oliver tiene algo en mente es casi imposible hacerle
cambiar de idea.
-- Bien, es tu
decisión.- su respuesta fue seca y cortante, no dando pie a que la continuara
Dig avanzó unos
cuantos pasos, cuando estuvo a su lado, detuvo su mirada unos segundos sobre él
antes de marcharse.
Cuando estuvo
seguro de que no había nadie más allí, Oliver exhaló un profundo suspiro
cuestionándose si estaba haciendo lo correcto.
-- ¿Dónde está
Dig?
La voz algo más
calmada de Felicity le trajo de vuelta a la realidad.
-- Ha tenido que
irse.
-- Ahm.
Fue lo único que
obtuvo como respuesta. Oliver sabía que estaba molesta, la conocía demasiado
bien, como también era consciente de que aquella situación no sería la última
vez que se repetiría.
Felicity caminó
un poco hasta una de las mesas que estaban cerca de él, con un simple
gesto se soltó el pelo de su habitual
recogido dejando que su cabello cubriera sus hombros. Acto seguido deslizó las
gafas sobre su rostro, desprotegiéndolo, dejando al descubierto aquellos
preciosos ojos azules.
Con movimientos
suaves y ondulantes secó su cabello poco a poco, empezaba a sentir cierta
humedad en su cuerpo debido a la ropa mojada. Abstraída en su tarea no se daba
cuenta de que esa escena estaba siendo observada por otra persona, provocando
en él una constante sensación de deseo.
Oliver permanecía
en silencio, admirando cada movimiento que hacía, deleitándose con la imagen
que se le ofrecía. Cada expresión de su cuerpo parecía tener un efecto estimulante
en él, atrayéndolo irremediablemente hacia ella.
A pesar de que el cambio era sutil, la sentía
distinta. Algo había cambiado.
En aquel momento,
un pensamiento acudió a su mente: a pesar de que siempre la había encontrado
atractiva, en ese instante le pareció la mujer más sensual y cautivadora que
hubiera visto jamás. Fue entonces cuando las palabras de Diggle cobraron
sentido para él: “Es una mujer especial sin duda. Una, que cualquier hombre
desearía tener a su lado.” “Tú eres justo lo que ella necesita”
Las dudas le
asaltaron, y si por no tener el valor suficiente para luchar por ella, llegaba
a perderla. No se lo perdonaría nunca. Y si realmente Diggle tenía razón y era
el momento de avanzar. ¿Se merecía él realmente ser feliz?
Empezó a notar un cierto temblor en sus manos.
Sentía la boca seca con cierta dificultad para tragar.
--
Felicity…
Ella
se volvió hacia él con total normalidad fijándose en que Oliver no dejaba de
moverse, como si estuviera nervioso por algo.
--
¿Te…te…gustaría venir a cenar conmigo?
Un
gran suspiro de alivio salió de su cuerpo, lo había conseguido, por fin había
dado el paso.
--
Claro, en qué restaurante quieres que reserve. Si el cliente es Palmer Tech ya
te aviso de que deberíamos llevarlos a uno caro, porque la última vez nos
invitaron a ese restaurante de lujo que acababan de abrir, ¿te acuerdas?
--
No… es…una cena de trabajo.- una sonrisa nerviosa se apoderó de él – me
refería…a una cena…los dos solos. – las palabras apenas podían salir de su
garganta- vaya, nunca pensé que siendo yo, me resultaría tan difícil hacer
esto.
El
rostro de Felicity palideció, aquellas palabras tan deseadas por ella, acaban
de ser pronunciadas. Casi se había quedado sin respiración
--
¿Tú…tú…y…yo…solos?
--
Sí…
--
Como…pareja… o tal vez como jefe y secretaria.
--
No…una cena, siendo solamente nosotros. Sin tapaderas…ni mentiras. Sólo tú y
yo.
Felicity
estaba en shock, no terminaba de asimilar la situación.
--
Por favor dime que me lo estás diciendo en serio, que no es una de tus muchas
bromas, porque no lo soportaría…- le dijo casi suplicando, demostrando una vez
más que su capacidad para hablar demasiado rápido cuando está nerviosa, puede
resultar útil en momentos de tensión.
--
No es ninguna broma…me…encantaría cenar contigo esta noche. Pero si te sientes
incómoda…
Oliver
quiso terminar la frase pero antes de que pudiera hacerlo, ella le interrumpió.
--
Acepto, acepto, acepto. – contestó sonriente y feliz.
Oliver
exhaló todo el aire de su cuerpo en una única espiración esbozando una gran
sonrisa.
--
¿Segura?
--
Si rechazara tu oferta, estaría loca, más loca, quiero decir.
Los
dos un poco más relajados, sonrieron ante el comentario.
--
¿Bien, pues…te parece bien a las 8?
--
Me parece bien, sí.
Oliver
intentó acercarse, no sabía si besarla en la boca, si besarla en la mejilla,
ambos intentaron facilitarle la tarea al otro dando el primer paso pero en
sentidos opuestos, de modo que como la situación se volvió un poco tensa, lo
dejaron estar.
--
Voy a…casa a ducharme y…eso.
--
Vale.
A
ninguno de los dos se les podía borrar la sonrisa de la cara.
Viendo
que Oliver se marchaba, Felicity se dio cuenta de que no sabía a dónde tenía
que ir.
--
Oliver, espera, no me has dicho a qué restaurante tengo que ir.
--
No te preocupes por eso, pasaré a recogerte.
--
¿Vas a venir a recogerme?
--
Es lo que hace la gente normal.
Aunque
para ella aquella frase tenía un cierto sentido, para Oliver lo tenía mucho
más. Ya no había marcha atrás, este era el comienzo de su nueva vida.
Mansión Queen
19.15 horas
Thea
estaba caminando por el pasillo de camino a su habitación cuando algo llamó su
atención dentro del dormitorio de su hermano, decidiendo ir a echar un vistazo.
Una sonrisa asomó a sus labios al ver a su hermano frente a un precioso espejo
de pie estilo clásico, anudándose una corbata de color borgoña que destacaba
por encima del color grisáceo de su traje
así como el blanco puro de su camisa.
--
Vaya, que guapo. Me gusta esa corbata, no te la había visto nunca.
Una
voz tras su espalda le trajo de vuelta a su habitación, estaba absorto en sus
pensamientos, ajeno a todo lo que le rodeaba. Se giró un poco hacia atrás,
encontrándose con su hermana apoyada cómodamente sobre el umbral de la puerta
con los brazos alrededor de su pecho
Oliver,
sin apenas inmutarse, continuó con su tarea.
--
Me la regaló papá cuando cumplí los 18.
--
O sea que es una reliquia familiar.
Oliver
se volvió hacia ella con una leve sonrisa para observar la cara de satisfacción
de su hermana pequeña.
--
Oye no soy tan mayor. Aún puedo ganarte a un combate de chuches si quiero. – Le
contestó sonriendo alzando su dedo índice sobre ella
Tras
unos segundos, el rostro de Thea se tornó más serio.
--
Nunca te he visto ponerte nada de papá.
--
Eso es porque la reservaba para una ocasión especial.
--
¿Ocasión especial? ¿Celebramos algo?
La
benjamina de la familia dirigió sus pasos hacia la cama, sentándose en el borde
de la misma para poder seguir charlando animadamente.
--
Puede ser.
La
sonrisa de felicidad que asomó al rostro de su hermano fue para ella un claro
indicativo de que le estaba ocultando algo, algo muy jugoso.
--
Yo conozco esa sonrisa… ¡tienes una cita! – dijo exultante y feliz
--
¡Baja la voz Speedy! Va a oírte todo el mundo.
--
Oh vamos, no tienes por qué esconderte. Es una buena noticia. ¿Quién es? ¿La
conozco? ¿Es morena? ¿Rubia? ¿Alta? ¿Baja?
--
Para, para Speedy. No voy a contarte nada. Ya tengo una madre por si lo has
olvidado.
--
Ya lo sé, pero por si lo has olvidado tú, mi deber es ejercer de hermana
pequeña protectora. No quiero que hagan daño a mi hermano favorito.
Oliver
vio cómo su hermana se acercaba a él poco a poco sin perder la sonrisa.
--
No tienes otro.
--
Bueno, pero eso no te quita mérito.
Por
primera vez Thea se detuvo a contemplarle y se dio cuenta de algo que hasta
ahora le había pasado inadvertido. Una vez que hubo terminado de colocarse
correctamente la corbata, contempló su silueta en el espejo exhalando un
pequeño pero intenso suspiro.
--
Estás nervioso… Mi hermano está nervioso por tener una cita…- Reía entre
sorprendida, incrédula y sonriente
--
¿Sabes qué? Tienes razón…estoy nervioso. Hace tiempo que no hago esto…y quiero
que esta noche, todo sea perfecto.
Dio un par de pasos hacia la cama, cogió su
chaqueta con un rápido y suave movimiento, colocándola firmemente sobre su
cuerpo, para finalmente dar un par de pequeños tirones desde la solapa.
--
Oh vamos no tienes porqué
estarlo, para ti salir con chicas es como montar en bici. Nunca pierdes la
práctica.
--
Muy graciosa. Pero…esta vez es diferente, ella…es diferente.
Un
brillo especial cobró forma en sus ojos, fue entonces cuando Thea comprendió
que aquella chica, fuera quien fuera, era realmente importante para él. Y por
primera vez en mucho tiempo, tuvo miedo de perder algo muy valioso para ella.
--
Acabo de acordarme que tengo que terminar algunos asuntos pendientes.
Thea
empezó a marcharse cuando la voz de su hermano la retuvo.
--
¿Qué asuntos?
--
Ahmmm, nada importante. Cosas mías.
Para
Oliver no pasó desapercibido que la actitud de su hermana había cambiado radicalmente.
Su rostro ya no tenía esa sonrisa que tanto le gustaba, sino que mostraba un
semblante más serio. Parecía como si quisiera huir de él.
--
¿Va todo bien?
--
Sí. No te preocupes. Diviértete. Espero detalles.
Thea
al darse cuenta de que Oliver la había descubierto, intentó responder lo más
normal posible, mostrando aquella sonrisa forzada que con el paso de los años
había aprendido a mostrar sin esfuerzo alguno.
A
pesar de que sabía que algo no iba bien, prefirió darle espacio y concentrarse
en aquello que no podía apartar de su mente: Su cita con Felicity, ya que
cuando volviera a casa, tendría tiempo de sobra de poder hablar tranquilamente
con ella.
--
Bien. Vamos allá.
Nervioso,
feliz y sobre todo ilusionado cogió su abrigo dispuesto a disfrutar una de las
mejores noches de su vida puesto que, pasara lo que pasara, sin duda sería un recuerdo
inolvidable.
Apartamento de Felicity Smoak
19.30 horas
El
sonido envolvente de aquella música inundaba cada rincón de aquel pequeño
apartamento contrastando con los ruidos algo estridentes que procedían del
baño: la ducha dejando caer el agua, el secador en constante movimiento, cosas
que caían al suelo casi por inercia… Aquella tarde todo el universo parecía ir
en su contra.
Ataviada
únicamente con una toalla, descalza y con el pelo totalmente alborotado intentó
llegar a su habitación sin perder el equilibrio, lo cual fue un auténtico logro
teniendo en cuenta la velocidad con la que intentaba esquivar los obstáculos.
Con
la respiración entrecortada y manos temblorosas, abrió el armario dispuesta a
encontrar el conjunto perfecto para aquella noche, nada podía fallar.
Sacó
varios conjuntos, todos distintos pero con algo en común: poseían algún detalle
que los hacía únicos y especiales.
Haciendo
gala de una gran fuerza y sentido del equilibrio los esparció encima de la cama
como si de un probador improvisado se tratara, así sería más fácil, o al menos
eso pensaba ella.
Uno
a uno cada vestido fue pasando por el insalvable y tradicional momento espejo,
algunos con más suerte que otros…
--
Demasiado negro, parece que voy a un funeral.
Siguiente
vestido…
--
Demasiado escotado.
Siguiente
vestido…
--
Demasiado corto. Un momento, ¿yo he ido con este vestido a la oficina?
Siguiente…
--
Uuu…Este es horrible, ¿Cómo pude comprármelo?
Intentando
buscar el nombre de la tienda dónde lo compró, vio que había algo escrito en la
etiqueta: Besos Mamá.
--
Oh señor… tenía que ser ella. – hizo un gesto de desesperación absoluta y fue a
por el siguiente vestido
Hasta
que por fin…
Se
subió la cremallera con algo de dificultad pero cuando se giró y contempló su
reflejo, supo que la búsqueda había terminado.
--
Este…- una sonrisa de satisfacción asomó
a sus labios
19:59:00
Una
limusina de un color negro resplandeciente, majestuosa e imponente, llegaba
puntual a su destino ante la atenta mirada de vecinos y transeúntes.
--
Jim, espera aquí, por favor.
--
Claro señor.
Oliver
se bajó de la limusina observando que los primeros cotilleos empezaban a
circular. No pudo evitar esbozar una sonrisa.
Sólo
algunos pasos le separaban del porche, se recolocó bien el abrigo, carraspeó un
poco y finalmente dio un par de golpes suaves en la puerta. El taconeo de unos
zapatos moviéndose apresuradamente por el salón, le hizo comprender que no era
el único que estaba algo nervioso, lo cual le hizo sonreír.
--
¡Aún me quedan 30 segundos!
Se
oyó una voz desde el interior.
--
Si lo necesitas…puedo volver… más tarde…
Pero
antes de que pudiera terminar la frase la puerta se abrió estrepitosamente,
ofreciéndole una imagen que superaba con creces todas sus expectativas. No era
tal como la había imaginado, era mucho mejor. Estaba sencillamente increíble.
Un
vestido ajustado a cada curva de su cuerpo, realzaba su figura. Ese color
borgoña resaltaba aún más el tono claro de su piel, contrastando con el rubio
intenso de su cabello, el cual había sido cuidadosamente recogido ondulándolo,
entrelazándolo, formando una pequeña flor. Un escote con forma V dejaba al
descubierto de una forma muy sugerente
sus encantos.
El
matiz rojizo oscuro de sus labios, ejercía un efecto imán sobre él, sintiéndose irremediablemente
atraído.
--
Hola…
--
Hola…
Una
sonrisa nerviosa se apoderó de ambos. Eran conscientes de que aquellos momentos
de silencio resultaban muy incómodos por lo que intentaron romper el hielo de
la manera más natural posible fundiéndose en un cálido abrazo.
--
Estás…preciosa…- Las palabras casi no podían salir de su garganta, estaba
completamente hipnotizado, no podía dejar de admirarla.
Felicity
esbozó una gran sonrisa a la vez que sus mejillas adquirían un color rosado.
--
Tú… también estás…muy guapo.
Ese
comentario consiguió que Oliver sonriera.
Durante
unos segundos ninguno de los dos sabía que hacer, aquello era algo nuevo y
desconocido para ellos.
--
¿Nos vamos?
Oliver
como todo buen galán ofreció su brazo para acompañarla
--
Claro caballero.
Felicity
agradeció el gesto aferrándose a su brazo todo lo que pudo ya que sus piernas
no la sostenían del todo.
Al
salir hacia el porche pudo ver la gran limusina que les esperaba. No podía
creer que Oliver hubiera sido capaz de recrear una de sus muchas fantasías.
--
Oh dios mío…
Felicity
era la viva imagen de la ilusión. Oliver había conseguido emocionarla con aquel
detalle. En su rostro podía verse la emoción de un niño al ver aquello que
tanto ha deseado conseguir.
--
Oliver, cómo has…
--
¿Que cómo sé que uno de tus sueños era ir en limusina?
--
Sí…- No podía dejar de sonreír
--
Una vez mencionaste que te encantaba una película donde una chica era rescatada
por su caballero en una limusina blanca.
--
Vaya…decir que estoy sorprendida es quedarse cortos…no sé qué decir…
--
No hace falta que digas nada. Sólo disfruta.- susurró en su oído muy bajito
mientras su mano se deslizaba suavemente por su espalda guiándola hacia el
interior
Tras
emprender el camino hacia su destino, siendo éste para Felicity un completo
enigma, los nervios fueron
desapareciendo permitiéndoles realmente empezar a disfrutar.
Felicity
no dejaba de admirar el paisaje, la ciudad dejándose envolver por el manto de
la noche, iluminándose a cada paso, le ofrecía una perspectiva diferente de
aquello que la rodeaba, sentía que todo estaba distinto.
--
Aún no me has dicho dónde vamos.
--
Es un secreto. Pronto lo sabrás.
--
Qué misterioso. ¿Haces esto con todas tus citas?
--
Si te sirve, nunca he pagado por llevar a ninguna en una limusina.
--
Es un comienzo.- contestó con una sonrisa
En
ese instante se buscaron el uno al otro. Sus miradas, intensas, estaban
adquiriendo una tonalidad más oscura.
El
tiempo se detuvo, los minutos pasaban sin que fueran conscientes de ello, se
comunicaban sin palabras, no necesitaban nada más.
Oliver
acercó una de sus manos a ella, entrelazando sus dedos con sumo cuidado, no
quería forzarla a hacer algo con lo que ella se sintiera incómoda. Con cierto
grado de sorpresa y muy complacido, notó que ella no sólo no le rechazaba sino
que hacía más íntima aquella caricia.
Cuando
sus miradas se encontraron de nuevo, una chispa emergió, un deseo de contacto
surgió. Y aunque lo ansiaban más que nada en aquel momento, algo les frenaba…
Viejos
recuerdos les abordaban rememorando su pasado.
Oliver
había cambiado, ya no era ese muchacho mujeriego que únicamente pensaba en
divertirse. Para él, Felicity era lo más importante, siendo su mayor propósito,
poder demostrárselo día a día, y para ello, sabía que si intentaba acercarse a
ella, eso la convertiría en una más de su lista y no estaba dispuesto a
permitirlo.
Justo
a su lado, Felicity permanecía extrañamente callada. Aunque estaba radiante por
todo lo que estaba viviendo aquella noche, su corazón era algo reticente a
creer que pudiera convertirse en realidad. A pesar de que nunca hablaba de sus
sentimientos o de sus experiencias pasadas, ella también había sufrido y no
quería volver a revivirlo.
Las
dudas la asaltaban, no dejaba de preguntarse con cuantas chicas habría tenido
una cita o si con alguna de ellas habría tenido algo más. El mero hecho de
recrear esa imagen en su cabeza, hacía que un pellizco encogiera su estómago.
Necesitaba
saber que ella no era un capricho. Que era algo real y que no se desvanecería
cuando el sueño acabara.
El
sonido de una melodía les trajo de vuelta a la realidad, y por primera vez,
estuvieron agradecidos.
Oliver
sacó el móvil de su chaqueta mostrando el nombre “Mamá” en la pantalla, hecho
que no pasó desapercibido a su compañera, como tampoco pasó inadvertido para
ella, cuando Oliver apagó el teléfono evitando así que alguien pudiera
interrumpirles.
--
Ya hemos llegado señor.
El
chófer iba a bajarse pero Oliver le frenó con un gesto en su hombro.
--
No es necesario Jim. Puedes marcharte a casa. Gracias por todo.
--
Pero señor lo hago encantado. Es mi trabajo.
--
Esta noche no Jim. Descansa. Contestó dándole un par de golpes suaves en el
hombro en señal de agradecimiento.
Oliver
fue el primero en bajar de la limusina exhalando un profundo suspiro al sentir
el aire frio de la calle. Pensó que eso le ayudaría a relajarse.
Con zancadas algo más grandes de lo habitual
fue acercándose a la puerta del acompañante. Tras abrir la puerta ofreció su
mano a Felicity.
--
Señorita Smoak.
La
sonrisa de Oliver junto a la calidez de su mano hicieron que durante al menos
unos segundos, Felicity se sintiera como una princesa. En ese tiempo, ni
siquiera fue consciente del frio helado que calaba en su piel, la excitación
que recorría su cuerpo eclipsaba todo lo demás. Estaba ansiosa por saber qué
lugar había escogido Oliver para su primera cita. Debía de ser un lugar
especial para él puesto que había guardado el secreto hasta el final.
Ojeó
un poco a su alrededor, dándose cuenta que no reconocía el lugar dónde se
encontraban. Oliver al darse cuenta de ese detalle decidió sacarla de dudas.
--
Estamos en Silver Lake.
--
Oliver… esto no era necesario. Es el barrio más caro de toda la ciudad.
--
Bueno, es una ocasión especial. – contestó con una sonrisa
--
Estoy impresionada…No esperaba nada de esto. Me siento como una princesa de
cuento de hadas.- dijo algo abrumada pero sonriente
--
Me alegro. Era lo que pretendía.
Sus
miradas volvieron a encontrarse mostrando una completa adoración por el otro.
Felicity
levantó su mirada contemplando aquel rótulo de madera envejecida que encumbraba
lo que supondría para ella un punto y aparte en su vida, un nuevo comienzo.
Llamó su atención aquellas letras labradas a mano, poseían un estilo sencillo
pero elegante.
--
¿Un restaurante francés? – le preguntó algo sorprendida.
--
Sí. ¿No te gustan?
--
No, no… es decir sí me gustan. Bueno nunca he estado en uno…
--
Siempre hay una primera vez.
En
aquel instante una duda la asaltó y no pudo reprimir que aquella pregunta
saliera de sus labios.
--
¿Es tu primera vez también?
Oliver
la miró sorprendido.
--
Quiero decir…ya sabes…viniendo aquí. – Felicity se había puesto nerviosa al
darse cuenta de que podía mal interpretarse su pregunta, era una de las cosas
que adoraba de ella, su inocencia, su transparencia mostrándose tal como es.
--
Sí. Es mi primera vez.
Felicity
le sonrió agradecida.
--
Me gusta.
--
¿Estás segura? Porque si prefieres ir a cualquier otro sitio puedo anular la
reserva.
--
Quiero ir a otro sitio.
Oliver
se quedó algo cortado, no esperaba esa respuesta tan rotunda.
--
Ahm…bien…déjame entonces que anule la reserva.
Oliver
fue a coger su móvil pero ella le detuvo con una sonrisa.
--
Pero… tendremos que ir en nuestra siguiente cita.
Ella
le miró, sonrió y avanzó hacia el interior del restaurante.
Una
sonrisa se dibujó en los labios de Oliver acompañando esa mirada traviesa que
tanto le gustaba.
--
¿Eso quiere decir que tendremos una segunda cita?
--
Quién sabe. Si te portas bien puede que hasta te deje elegir postre.
Oliver
exhaló el aire a través de su sonrisa. Sin duda alguna, la noche prometía ser
inolvidable, una nueva aventura que estaban ansiosos por disfrutar.
Ambos
entraron sonrientes y expectantes dirigiéndose hacia el mostrador de la
entrada. Una chica joven, morena de ojos oscuros ataviada con su uniforme,
salió a recibirles con una agradable sonrisa.
--
Buenas noches. ¿Qué desean?
--
Hola, tenemos una reserva para dos.
--
¿A nombre de quién?
--
Oliver Queen.
La
muchacha verificó en el sistema que la información fuera correcta.
--
Queen. Reserva SR. Correcto. Por favor acompáñenme.
Felicity
entrelazó su mano con la de Oliver antes de que pudiera marcharse, a lo que él
correspondió con una sonrisa.
--
Puede que sea una pregunta tonta pero… ¿qué es SR?
--
Sala Reservada.
--
Como una sala VIP.
--
Eso es.
--
¡Qué guay!- Era incapaz de disimular su entusiasmo
A
medida que se alejaban se podía oír una pequeña conversación dónde una pareja
intentaba encontrar mesa dentro del restaurante, aunque sin demasiado suerte.
--
Acabo de oír que no hay reservas hasta dentro de 6 meses al menos, ¿cómo es que
nosotros tenemos una? ¿A quién has sobornado?- Le susurró al oído
--
A nadie. Sólo he tenido que utilizar la palabra mágica. Por favor. – le
contestó con una sonrisa
La
muchacha les condujo por un pasillo no demasiado estrecho donde una alfombra
roja les daba la bienvenida guiándoles en el camino. A cada lado, espaciosos
salones con forma ovalada, cuya decoración
moderna y su entorno acogedor parecían querer invitarles a adentrarse en su
interior.
Todo
el restaurante estaba hecho de madera, cuidada y tallada minuciosamente a
través de diferentes formas. Las lámparas albergaban luces cuyas tonalidades tenues
de colores distintos ofrecían un ambiente más agradable. Sus grandes paredes
contenían llamativos acuarios marinos desde los
que se podía observar la belleza y comportamiento de las especies que
allí convivían.
El
lugar era sencillamente perfecto. Distinguido pero nada ostentoso. Constituía
la mezcla perfecta entre distinción y hospitalidad.
Asombrada
por la majestuosidad del lugar, Felicity no dejaba de intentar captar cada
detalle en su memoria.
La
muchacha se detuvo ante una sala más pequeña permitiéndoles pasar.
--
Por favor disfruten de su estancia.
--
Gracias.
Oliver
se volvió hacia su acompañante y le separó la silla para que pudiera sentarse.
--
Las damas primero. – Dijo con una sonrisa
--
Gracias.- contestó sonriente mientras tomaba asiento.- Sabes, si sigues
mimándome así, podría acostumbrarme a ello, lo cual significaría que no dejaría
que volvieras a tratarme como antes, lo cual no quiere decir que antes me
trataras mal…
--
Felicity…tranquila, te he entendido.
Ella
suspiró profundamente.
--
Claro perdona, es que estoy algo nerviosa.
--
No te preocupes. Es algo normal. No estamos en nuestro ambiente.
--
Es cierto…Lo normal para nosotros es estar hablando de muertes, asesinos y
objetivos a localizar.
Una
pareja que pasaba por allí se les quedó mirando de una manera un tanto extraña.
--
Vaya…lo siento.
--
No pasa nada. Aunque no lo creas estoy acostumbrado. He aprendido a adaptarme a
ti.
--
Eso es bueno ¿no?
--
Muy bueno.- contestó con una sonrisa
Un
simpático camarero se acercó a ellos ofreciéndoles una extensa carta dónde
poder elegir lo que iban a degustar aquella noche. El único problema es que estaba
en francés. A pesar de que Felicity hacía un intento por saber qué era cada
cosa le estaba resultando un poco difícil. Oliver sonreía divertido.
--
Buenas noches señores Queen, ¿les apetece algo de beber?
Instintivamente
Oliver buscó la mirada de Felicity, ella sonrió…no le había molestado ni había
objetado nada al respecto, eso conllevó
que Oliver pudiera relajarse emitiendo una pequeña sonrisa
--
Sí. Tráiganos una botella de Armand Brignac Rosé por favor.
--
Claro señor.
Felicity
le miraba francamente sorprendida, no había pasado desapercibido para ella la
perfecta pronunciación de su acompañante, el cual, no dejaba de ojear la carta
del menú.
Una
vez que el camarero se hubo marchado ella aprovechó para hacer un pequeño
inciso.
--
Señores Queen…no suena nada mal.
--
No. Podría acostumbrarme. – dijo muy sonriente
Felicity
se quedó como hipnotizada observándole, pero no hizo ningún comentario al
respecto.
--
Para ser tu primera vez aquí, no te desenvuelves nada mal.
--
Que no haya venido nunca no quiere decir que…
Al
ver la reacción de Felicity supo que iba por mal camino.
--
Felicity… - cerró los ojos apretando sus labios con fuerza
--
Tranquilo…no tienes por qué disculparte. Lo entiendo.
Aunque
intentara quitarle importancia al asunto, lo cierto era que estaba dolida.
--
Hay muchas cosas que no sabes sobre mí.
--
Como por ejemplo qué hiciste durante esos 5 años.
Una
pequeña sonrisa triste asomó a los labios de Oliver.
--
Directa al grano.
--
Sabes que no me gusta dar rodeos. Al menos la mayoría de las veces.
Cuando
Oliver iba a contestar, el camarero llegó con un carrito que albergaba una
cubitera helada. Se disponía a descorchar la botella de vino cuando Oliver
levantó su mano indicándole que parara.
--
Déjelo, la abriremos nosotros.
El tono y la mirada de Oliver no dejaban lugar
a dudas: no admitiría un no por respuesta. El camarero asintió retirándose,
ofreciendo así intimidad a la pareja.
Oliver se levantó, sostuvo la botella
descorchándola envuelto en el más absoluto de los silencios. Al girarse, se
encontró con su mirada, más seria y fría.
-- ¿Te acuerdas de lo que te dije cuando te invité a cenar
esta tarde?- Dirigió la botella hacia la copa de Felicity sin desviar la
mirada, contemplando cómo caía lentamente el vino dentro del templado cristal
-- Que era una cita sólo para nosotros dos.
-- Y que no habría mentiras ni tapaderas. –
terminó de servir su copa y se sentó.
-- ¿Quiere eso decir que vas a contestar a
todas mis preguntas?
-- Te diré todo lo que quieras saber. – sabía
que si quería que todo saliera bien y que realmente sus vidas cambiaran debía
estar dispuesto a derribar barreras y a enfrentarse a sus miedos.
Oliver buscó su mirada, quería que viera que
no estaba mintiendo, que estaba dispuesto a cumplir su palabra. Felicity se
mantuvo firme, decidida, estaba dispuesta a ponerle a prueba, y Oliver lo
sabía.
-- Bien, empecemos por el principio. ¿Quién es
realmente Oliver Queen?
La cara de desconcierto de Oliver no se hizo
esperar, de todas las preguntas esperadas, esa, era la que menos esperaba.
Felicity cogió su copa dando un pequeño sorbo,
era consciente de que esa pregunta le dejaría algo descolocado, por lo que se
animó a puntualizar lo que realmente quería saber.
-- Porque…aunque sé cómo eres ahora. Cómo pasa
alguien de ser rico, caprichoso e irresponsable a… un justiciero capaz incluso
de matar a otro ser humano.
Una sonrisa nerviosa acudió a sus labios. Ahí
estaba, uno de sus grandes temas tabú. Su pasado. Aquello que tanto temía. ¿Estaba
dispuesto a saltar esa muralla?
Felicity le miraba atenta a cada movimiento
que hiciera, a cada mirada…le veía nervioso. Sabía que era un tema del que
nunca había querido hablar. Le producía dolor, sin embargo nunca pudo saber por
qué. El por qué esa herida aún permanecía abierta.
Oliver cerró los ojos y suspiró profundamente.
-- Creo…que todo cambió cuando mi padre…- hizo
una pausa.
-- Cuando tu padre desapareció con el barco.
-- No desapareció con el barco…- Felicity le
miró sorprendida, había captado toda su atención. Oliver estaba abriéndose ante
ella, estaba dando un gran paso y lo que era más importante, lo estaba dando
con ella.
Le dio unos segundos para que pudiera acoplarse
de valor y continuar, acostumbrarse a esa nueva sensación.
-- Mi padre y yo conseguimos sobrevivir en una
lancha durante algún tiempo, pero las provisiones se acababan y el número de
personas seguía siendo el mismo, por lo que…decidió que era mejor que sólo uno
de nosotros siguiera adelante…
-- ¿Quieres decir que…?
Felicity preguntó con miedo.
-- Sí, se sacrificó para que yo pudiera vivir.
Delante de mí. No…pude hacer nada por impedirlo…- en aquel momento pensó que un
sorbo no le vendría mal
Una punzada de dolor atravesó ambos corazones,
uno por no haber podido salvar a su padre, y otro por no haber sabido aliviar
ese dolor. Ahora se sentía culpable de haber empezado ese juego.
-- Oliver…lo siento…no lo sabía.- Puso su mano
sobre la de Oliver intentando reconfortarle
-- Tranquila.
Tras otra breve pausa Oliver continuó.
-- Pasé varios días a la deriva antes de
llegar a la isla. Allí conocí a Yao Fei, él fue quién me enseñó a sobrevivir
dentro de la isla. Además de hacerme mi primera cicatriz.
-- Creía que eso lo hizo Slade Wilson.
-- Él me enseñó a pelear en cierta manera. Con
él… empecé a dejar atrás aquel niño caprichoso e irresponsable.- Una pequeña
sonrisa asomó a sus labios y eso alivió un poco la carga que sentía Felicity
-- Una vez mencionaste que había otra chica…
-- Shado.
-- ¿Eráis amigos?
Oliver supo captar el tono inseguro y triste de
esa pregunta
-- Si tu pregunta es, si la quería. La
respuesta es sí.
Aquello fue un golpe duro de encajar para
ella, quizá no estaba preparada para tanta sinceridad. Desvió la mirada
mojándose los labios. Se sentía incómoda
-- Si tu pregunta es…si la quise como te
quiero a ti. La respuesta es no.
El impacto inesperado de esas palabras sobre
Felicity la descolocaron, su cuerpo empezó a actuar por impulsos debido al
nerviosismo.
-- Oliver…yo…- intentó coger su copa
arrastrando sin darse cuenta la botella hacia el suelo. Al ver el desastre
ocasionado se levantó como si algo la hubiera empujado a ello, agachándose a
poder limpiarlo. Oliver se al ver sus intenciones se acercó a ella intentando
tranquilizarla haciendo que se incorporara
-- Oh dios, ¡cuánto lo siento! Soy una
completa manazas, mira cómo lo he puesto todo.
-- Felicity, tranquila no pasa nada. Sólo era
una botella.
-- Pero seguro que era muy cara. Y yo la he
destrozado. Deja que la pague yo.
-- La respuesta es no. Y… no es negociable.
En ese momento, el camarero que había sido
testigo de lo ocurrido, les pidió que si lo deseaban podían ocupar otra sala.
-- Gracias. Iremos enseguida.
-- ¿Nos mandan a otro sitio? ¿Se han enfadado?
Preguntó algo preocupada
-- No, claro que no. Nos cambian de sala para ellos
poder limpiar sin causarnos ninguna molestia.
-- Pues en mi pueblo simplemente nos echan a
un lado…- susurró para ella misma
Felicity no pudo evitar quedarse mirando a los
camareros que estaban recogiéndolo todo mientras cogía su bolso. Oliver observó
que el camarero les estaba esperando en la puerta, de manera que se acercó a
Felicity colocando una mano en su cintura para guiarla hacia la salida.
-- No te preocupes más. Anda vámonos.
-- Me siento un poco culpable.
-- Cuando estemos comiéndonos el postre, ya se
te habrá olvidado, créeme.
La nueva sala era más grande que la anterior,
algo más luminosa… disponía de algunos accesorios que la otra no ofrecía, como
por ejemplo un cómodo sofá rodeando la mesa, un interfono que comunicaba con el
servicio del restaurante, y… seguramente
la parte favorita de muchos, un pequeño mini bar.
-- Vaya…esto es impresionante. – curiosa y
absorta en todo lo que la rodeaba, se acercó a contemplar el acuario que
adornaba una de las paredes.
Las luces ambientales poseían esa tonalidad
que tanto le gustaba a Felicity. La expresión de su rostro había cambiado por
completo, ahora estaba relajado y sonriente. Durante unos segundos permaneció
de pie, apoyado en el umbral de la puerta, simplemente observándola… disfrutando.
-- Imagino que este tipo de salas no se las
dan a cualquiera. Seguro que gente muy importante.
A pesar de que intentaba disimularlo, el estar
en aquella sala tan íntima a solas con él, hacía que su cuerpo se estremeciera.
Intentando relajarse, tomó asiento en una
esquina del sofá donde cenarían, haciendo sitio para que él pudiera sentarse
junto a ella.
Oliver sabía que estaba nerviosa, aquella sala
en la mayoría de los casos solía implicar que algo pasaba entre sus ocupantes,
pero no quería que eso conllevara incomodidad para ella.
-- ¿Estás bien?
-- Sí.- contestó rápidamente para no parecer
indecisa
-- Felicity…si el hecho de estar aquí te hace
sentir incómoda…
-- No. No, no… no estoy incómoda.- su sonrisa
nerviosa apareció de nuevo - Sólo un
poco muy nerviosa. En fin…es difícil no estarlo contigo aquí…tan cerca… sobre
todo después de…eso
-- Te
refieres a lo de decirte que te quiero.
-- Sí…a
eso mismo. Yo…no…sé qué decir a eso.
-- Eso
sólo es malo…si no sientes lo mismo por mí.
Felicity
buscó su mirada, penetrante y cálida, a pesar del tiempo transcurrido y de todo
por lo que habían tenido que pasar, seguía siendo la misma mirada que la
enamoró aquel día.
Durante
unos segundos permanecieron así, en silencio, ninguno de los dos era capaz de
desviar su atención hacia otro lado.
En aquel
instante, brotó de nuevo esa necesidad de contacto reprimida, quería sentirle…
Sin esperarlo… sin poder frenarse, Felicity se
acercó lentamente a él, buscando el roce de su boca. Lo necesitaba, su corazón
se lo estaba pidiendo a gritos.
Fue un
beso dulce, pequeño, pero lleno de ese sentimiento que les embargaba en cada
poro de su piel.
Tras un
primer acercamiento, sus labios seguían atrayéndose, buscándose por inercia.
El latido
de sus corazones amenazaba con desbocarse siendo el sosiego del momento únicamente
interrumpido por el sonido de sus besos al romperse.
Oliver
profundizó aquel segundo beso un poco más, atrapando su boca más intensamente,
acariciando su rostro con ternura. Ella, intentó corresponder esa caricia, pero
sus manos temblorosas no pudieron alcanzarle.
Pausadamente,
fueron separándose…encontrándose con la mirada… De repente Felicity fue
consciente de lo que había hecho, ¡había besado a Oliver!
-- Oh dios
mío. Lo siento…ha sido un impulso.- contestó como empujada por un resorte, como
avergonzada por lo que había hecho
-- Felicity…
-- Sé lo
que vas a decirme, que no significa nada…pero para mí…
Oliver no
pudo aguantar más. Quería acallar sus palabras y lo que era más importante…sabía
cómo hacerlo…
Con
movimientos rápidos y firmes, pasó la mano por detrás de su nuca atrayéndola
con fuerza hacia él, besándola con pasión y entrega, lenta e intensamente. Un
beso donde podía descargar todo el deseo contenido, todo el tiempo de
espera…todas las veces que había soñado con aquel momento.
Aunque ese
gesto la había cogido por sorpresa, no pudo rechazarle, era algo que había
anhelado desde el día en que entró en su oficina encandilándola con aquella
sonrisa, conquistándola con aquellos preciosos ojos azules.
Sus labios
se movían al unísono, encajando perfectamente. La lengua de Oliver rozó
ligeramente la suya, sintiendo como el cuerpo de Felicity se sobresaltaba. En
ese preciso instante se detuvieron, inspiraron
el poco aire que sus respiraciones entrecortadas les permitió, se
miraron…sonrieron y sin querer reprimirse se enzarzaron en una deliciosa
batalla de poder.
Poco a
poco los besos apasionados fueron dando paso a besos más tiernos y pausados. Felicity
emitió un pequeño ronroneo cuando sintió el aire frío de nuevo en sus labios.
Oliver la
observó con los ojos aún cerrados, expectante por un nuevo beso compartido.
Ante esa peculiar imagen no pudo más que
sonreír acercando sus labios fugazmente a su cuello… mordiéndolo con suavidad
hasta conseguir lo que deseaba: un gemido ahogado estremeciendo su cuerpo.
Al
separarse volvieron a buscarse con la mirada, compartiendo esa chispa en sus
ojos, no lo podían negar...estaban locos el uno por el otro.
-- No
vayas a reírte pero...no siento las piernas.
Aquel
inocente y espontáneo comentario provocó una pequeña carcajada en Oliver.
-- Puede
que no seas la única.
La mano de
Oliver acarició su sonrosada mejilla… al sentir su tacto algo áspero, Felicity
fue cerrando sus ojos disfrutando de aquel ínfimo pero a la vez cariñoso gesto.
Un
inesperado e inoportuno carraspeo, interrumpió su momento de intimidad,
trayéndoles de vuelta a la realidad.
-- Siento
interrumpirles señor Queen, ¿desean que les tome nota?
Con
bastante desagrado pero sin perder la sonrisa, Oliver se separó un poco de
Felicity cogiendo una de las cartas que había sobre la mesa.
-- Sí
claro…Ahmmm - empezó a ojear la carta con atención, reparando enseguida, en que
sería una buena idea pedir algo para compartir. Desvió momentáneamente su
mirada hacia Felicity, dándose cuenta que seguía bastante perdida en cuanto a
lo que el menú se refería.
-- Te
importa si yo…- señaló levemente la carta que tenía entre sus manos para darle
a entender que quería ser él quien eligiera
-- Por
favor, adelante.
-- Bien,
ahmm tráiganos de primero deux Crême d'asperges et crevettes, y de segundo…
deux Coq au vin. Merci.- Contestó con una leve sonrisa
El camarero recogió
las correspondientes cartas haciendo una pequeña reverencia.
-- El restaurante
les obsequia con un entrante de bienvenida: canapé de foie de canard à
l'armagnac aux baies. Esperamos que sea de su agrado.
-- No sé lo que es
pero suena delicioso. - contestó una sonriente Felicity
Oliver la miró
correspondiendo su sonrisa.
-- ¿Desean que les
traiga algo de beber?
-- Sí, otra botella
de vino por favor.
-- ¿Desea tomar la
misma o prefiere cambiar?
-- La misma estará
bien.
-- Claro señor.
Felicity levantó la
mano llamando la atención del camarero puesto que parecía que únicamente estaba
Oliver en esa mesa.
-- Respecto a eso…
-- Felicity…
Ella hizo caso
omiso de su regañina, efectuando la pregunta que sentía curiosidad por saber.
-- ¿Podría decirme
el precio de la botella, por favor?
-- 450 euros
señora.
El rostro de
Felicity se desencajó notablemente ante la inesperada y aplastante respuesta
que casi consigue que se ahogue.
-- ¿Cua…cuatrocientos
cincuenta euros? Es más del doble de mi sueldo de becaria….- farfulló para sí
todavía intentando asimilarlo
-- ¿Mantengo la
botella o prefiere la señora otra cosa?
-- Tráigala por
favor.
-- No, no,
no…agua…quiero agua. De esa la tendrán normal, ¿no?
-- 150 euros.
-- ¿Ciento
cincuenta euros la botella? Pero…pero ustedes dónde van a comprarla. ¿A China?
En el supermercado de enfrente de mi casa la venden por el mismo precio pero
con un punto en medio.
El camarero que no
está acostumbrado a las ingeniosas salidas de Felicity, no puede disimular su
asombro así como cierto malestar.
-- Se lo comunicaré
al chef. Seguro que acoge la idea con mucho entusiasmo.
Tras estas breves
pero clarificadoras palabras, el camarero dirigió su mirada hacia Oliver para
saber qué era lo que debía hacer.
-- Traiga una de
cada por favor.
-- Será un placer.
Aquel muchacho se
despidió sintiendo cierta pena por Oliver
al pensar cómo tenía que ser estar casado con aquella mujer.
Encontrándose de
nuevo a solas, se miraron y sonrieron.
-- Intuyo que no
vas a decirme qué hemos pedido, ¿verdad?
-- Intuyes bien.
-- Me da la
impresión de que tú tienes mucha experiencia en las “SR”.
-- Si te dijera que
no, te estaría mintiendo. Y no quiero mentirte.
-- Lo suponía.
Tranquilo.- tras una breve pausa continuó.- Este no es mi mundo. Me siento como
una niña pequeña perdida en un lugar desconocido.
-- Felicity, me
guste o no, tengo un pasado. ¿Me siento orgulloso? No… ¿Puedo borrarlo? No…Pero
al menos… estoy intentando ser alguien mejor cada día, compensar… todo lo que
hice.
La seriedad y la
tristeza con la que pronunció aquellas palabras le hizo darse cuenta de lo
importante que era para él.
-- Creo que no te
refieres solamente a las copas que dejaste sin pagar en tu época de playboy,
¿verdad?
-- No…- Oliver
tragó saliva con dificultad, ya que para él, revivir todas aquellas
experiencias no era fácil. Asumir la clase de persona en que lo convertían.
Darse cuenta de que quizá, aquellas personas que lo llamaban asesino, estaban
diciendo la verdad.
Felicity volvía a
verle moverse inquieto, aquel tema era una espina demasiado profunda y quizá él
no estaba preparado para sacarla.
-- Oliver… no
tienes por qué contármelo.
A pesar de que
siempre le había reprochado el no haber contado nunca lo que pasó durante el
tiempo que estuvo desaparecido, ahora se mostraba comprensiva. Por primera vez
había visto realmente el alcance de su dolor. La tortura interna que le estaba
carcomiendo.
Oliver la miró
fijamente, veía que ella también estaba sufriendo, estaba preocupada por él,
una vez más. Se debatía entre sincerarse con ella arriesgándose a perderla para siempre, o desnudar su alma
ante ella, mostrando sus demonios, su oscuridad… anhelando al fin su perdón.
Saber que ella le aceptaría como es, con sus virtudes y sus pecados, le
concedería la redención.
-- He hecho cosas
terribles. Cosas…que si las supieras, no volverías a verme como me ves ahora. –
Un nudo se formó en su garganta, las emociones afloraban.
Al verle tan
afectado, algo se le removió por dentro encogiendo su corazón. Le impresionaba
verle así.
Oliver Queen era el
hombre más fuerte que conocía. Le había visto mantenerse sereno y frío en
situaciones en las que la mayoría de la gente habría desesperado. Su fortaleza
le había llevado a soportar infiernos de dolor y tormento que a otros los
habría arrastrado a una irremediable locura. Y ahora frente a ella, tenía a un
hombre destrozado por dentro. Autocastigándose...
Felicity se acercó
a él, quería reconfortarle, demostrarle que fuera lo que fuera lo que hubiera
hecho, eso no cambiaría nada para ella. Seguiría queriéndole, amándole en
silencio, como había hecho desde aquel momento en que sus caminos se
encontraron.
Oliver sintió la
calidez de su mano acariciándole…la dulzura de su mirada
acogiéndole…mostrándole indulgencia.
-- Sea lo que sea
lo que hayas hecho, no va a cambiar quién eres Oliver.
-- Tal vez no soy
el hombre que tú crees que soy Felicity.
-- Nada que hayas
podido hacer, puede ser tan horrible. Te conozco Oliver, sé la clase de hombre
que eres. Y sé, que tienes un corazón puro. Que eres noble y…cariñoso,
apasionado.
No pudo reprimir
una sonrisa al rememorar el momento íntimo que minutos habían compartido.
-- Todo eso… no
forma parte de un asesino.
-- No eres un
asesino. Eres alguien que se ha visto obligado a matar, a gente muy mala debo
añadir, para proteger a otras personas. Eso no te convierte en el próximo Hannibal
Lecter.
-- ¿Y torturar a un
hombre hasta la muerte? ¿Matar a alguien a quien apreciaba? O incluso ¿matar a
otra persona a sangre fría y no sentir
ningún remordimiento? ¿Disfrutarlo?
La expresión de
Felicity mostraba cierta consternación por aquella confesión…
-- Seguro que hay
una buena razón para todas esas cosas.
-- Sí…la hay. Que
soy un monstruo. Un asesino.
-- Me niego a
creerlo.
-- Felicity…. Es la
verdad. Sobrevivir en aquella isla, me cambió…tuve que aprender que sólo una cosa
iba a mantenerme con vida…matar antes de que otros lo hicieran. Y para eso,
debes dejar de ver a las personas como lo que son… dejas de sentirlas como
seres humanos para convertirlos… en tu presa. Porque sólo así puedes seguir
adelante, auto engañándote de que estabas haciendo lo correcto, que no tenías
otra opción. Pero…cada una de esas almas…consigue arrebatarte un pedazo de la
tuya.
-- Escúchame bien…-
Su tono de voz era firme y seguro - me da igual todo lo que hayas hecho en el
pasado, porque sé que hay una explicación para todas y cada una de esas
atrocidades que dices que has hecho y SÉ que será una causa justa. TÚ no eres
un asesino frío y calculador. TÚ no matas por placer. Ni haces daño a
inocentes, de manera que si le mataste y lo disfrutaste, estoy segura de que
era un ser despreciable que se lo merecía. Y el mundo es un lugar mejor sin él.
Oliver la miraba
con asombro y por qué no, con admiración. Aquella mujer tenía una fe ciega en
él, una confianza absoluta, y sin embargo… no se sentía merecedor de ella.
-- Aun habiéndote
contado todo esto, sigues creyendo en mí. ¿Por qué?
-- Tal vez esto te
lo aclare un poco.
Acercó su boca
lentamente a él, mirándole… provocándole…
Atrapó sus labios
en un beso voraz, arrollador. Sin obtener ninguna resistencia, sus labios se
entrelazaron de una manera endiabladamente adictiva, arrebatándoles cada gota
de oxígeno de su cuerpo.
Ante la sorpresa de
Oliver, Felicity fue deslizando su lengua
poco a poco hacia el interior de su boca. Quería jugar, quería ser ella
quién le guiara en busca de placer.
Sin duda alguna, Oliver estaba descubriendo una nueva faceta suya. Un lado sensual que él desconocía, pero que lejos de producirle rechazo alguno, le resultaba muy estimulante.
Un pequeño ronroneo
acompañado de una sonrisa algo traviesa,
marcaron el final de ese apasionado encuentro.
-- Porque te adoro
Oliver Queen. Y eso no cambiará nunca.
Oliver buscó su
mirada, transparente y sincera. Le encantaba perderse en aquellos preciosos
ojos azules.
-- Si no
estuviéramos aquí…te demostraría exactamente cuál es mi respuesta a eso.- estas
palabras las susurró cerca de su oído, en un tono sosegado, no porque tuviera miedo de ser escuchado,
sino porque deseaba ver cómo su cuerpo reaccionaba ante ellas.
Una sonrisa maliciosa
se dibujó en sus labios al sentir una leve inspiración contenida.
-- Si no
estuviéramos aquí…ya habríamos pedido que nos prepararan la comida para llevar.
– contestó muy sonriente aceptando su juego
-- Podemos hacerlo.
-- ¿Y perderme el
fantástico postre de chocolate que he visto antes? Me parece que no.
-- Sorpréndeme.
La sonrisa aún no
había desaparecido de sus labios, y eso era debido a que, aunque
siempre habían tenido sus momentos de tensión, de coqueteo… nunca habían
traspasado la línea más allá de unos pocos centímetros. Pero ahora, no sólo la
habían rebasado con bastante ventaja sino que además aquello que les frenaba, había desaparecido.
-- ¿Crees que no
soy capaz de pronunciarlo?
La pregunta llegaba
con cierta indignación.
-- Por favor, nunca
opinaría eso de la gran Felicity Smoak. Únicamente siento curiosidad.
Oliver retrajo sus
labios hacia adentro, eso era una señal de que estaba conteniendo su risa.
-- Vas a tener que
tragarte tus palabras.- carraspeó aclarándose la voz suplicando al cielo no equivocarse.- El
postre que quiero es un: Coulant de Chocolat
Tras asimilar que
no se había equivocado demostrando además una perfecta pronunciación, sonrió orgullosa haciéndole una cariñosa
burla a su acompañante.
-- Supera eso.
-- Estoy gratamente
sorprendido. Va a ser difícil de mejorar.
Aunque seguía
burlándose de ella, su cálida sonrisa le demostraba que no iba en serio.
-- Y lo he
aprendido yo solita.
-- Un gran trabajo,
sí señor.- Oliver asentía dándole más énfasis a sus palabras.- Pero me surge
una duda. ¿Sabes lo que es? – Aunque claro está, no iba a desperdiciar la
oportunidad de seguir chinchándola
-- Esa pregunta
ofende caballero. – Levantó su dedo índice golpeando suavemente el pecho de Oliver.-
Puede que no sepa francés, pero…toda comida o postre que lleve chocolate ha
pasado por mis manos.
-- Entonces supongo
que el mundo del chocolate no tendrá secretos para ti.
Felicity iba a
contestar pero decidió ser cautelosa. Conociendo a Oliver, no estaba totalmente
segura de que esa frase no tuviera un doble sentido. Y lo que era todavía peor,
estaba segura que fuera lo que fuera, ella no lo habría practicado nunca.
-- ¿Puedo usar el
comodín de la llamada?
Oliver sonrió
abiertamente. Adoraba a esa mujer. Adoraba todas y cada una de sus reacciones,
adoraba su carácter, su fuerza y su determinación. Contemplándola no podía
dejar de pensar en lo afortunado que era.
En aquel preciso
instante supo que su vida ya nunca volvería a ser la misma. Que su vida sin
ella ya no tenía sentido.
En su interior
Oliver sentía que estaba en deuda con Diggle, puesto que le había brindado el
mejor regalo que podría haber imaginado: ser feliz.
Felicity se sentía
tan feliz que ni siquiera era consciente del tiempo que había transcurrido. Sin
embargo un pequeño rugido proveniente de su estómago, se lo recordó. Algo avergonzada, intentó disculparse.
-- Vaya lo siento.
Es que no he comido nada desde el almuerzo.
-- Tendré que
hablar con tu jefe para que no sea tan duro contigo.
-- Oh no, no será
necesario. Mi jefe es muy bueno conmigo. De hecho, me dejó salir antes del
trabajo pero… los nervios no me dejaban probar bocado.
-- ¿Estabas
nerviosa por estar conmigo?
No pasó
desapercibido para ella el tono insinuante de su pregunta.
-- ¿Honestamente?
Me aterraba meter la pata. Ya sabes que cuando estoy nerviosa pierdo el poco filtro que tengo, por lo que
las probabilidades de que todo se hubiera estropeado eran bastante
altas.
-- Felicity… Me
encantas tal y como eres. No cambiaría nada de ti.
--¿Ni siquiera mis
balbuceos y mis ataques de genio?
Oliver sonrió.
-- Ni siquiera eso.
-- Pues cuando
estás enfadado, nadie lo diría.
-- Eso es porque en
ese momento está presente mi parte más…
--
¿Terca…obstinada…irritante?
-- Por poner un
ejemplo, sí.
Una sonrisa se
dibujó en sus rostros. Una sonrisa única. Sus miradas se buscaron, encontrando
ese brillo especial que sólo algunos afortunados tienen la suerte de
experimentar.
Sin darse cuenta,
los nervios habían desaparecido por completo, dejándose invadir por una
sensación de plenitud, cálida y agradable… Aunque por desgracia no pudieron
disfrutarla demasiado tiempo.
El camarero
irrumpió de nuevo en la sala, portando el primer plato de la noche: un entrante
obsequio de la casa: Tostas perfectamente decoradas, cubiertas con una fina
capa de paté de pato y una mermelada de frutos rojos.
Al terminar de
servir el aperitivo, colocó en la mesa una nueva cubitera que albergaba dos elegantes
botellas de cristal, una con vino rosado y otra con agua. Dirigió su mirada
hacia Oliver para confirmar si podía proceder a rellenar las copas.
Su presencia hizo
que permanecieran en silencio, comiéndose con la mirada.
-- Que lo disfruten.
-- Gracias.-
contestaron al unísono
Lo primero que hizo
Oliver fue coger su copa alzándola en un brindis, gesto que ella correspondió
con una gran sonrisa.
-- Por Nosotros. –
dijo muy sonriente
-- Por Nosotros. Y…
porque nuestra segunda cita no sea tan accidentada como la primera.
-- Brindo por ello.
Finalizaron aquel
gesto tan simbólico con un beso dulce, sencillo pero lleno de significado.
Cuando se centraron
finalmente en la comida, las reacciones no se hicieron esperar. Felicity miraba
con atención aquel extraño plato, preguntándose no sólo de qué estaría hecho
sino dándose cuenta de que sólo habían traído un plato, lo cual llamó su
atención.
No atreviéndose a tomar la iniciativa, dejó que Oliver diera el
primer paso. Él reía divertido observando cada uno de sus gestos, absorta en su
pequeño mundo. Por su cabeza pasaban todo tipo de ideas, desde el animal más
pequeño hasta el más grande, siendo no menos cierto que ante la idea de que
fuera algo atípico como paté de hígado de cocodrilo, sintió cierto reparo.
-- Es un plato para compartir. Espero que te
guste.
Oliver
caballerosamente cogió el plato ofreciéndole a ella la oportunidad de escoger
primero.
-- Me
tranquilizaría saber qué voy a comerme.
-- ¿Confías en mí?
-- Sí.
Oliver cogió un
canapé acercándoselo a los labios.
-- Entonces pruébalo.
A pesar de que su
aspecto daba a entender que su sabor podía ser fuerte, al dar el primer bocado,
pudo disfrutar de una crema suave que contrastaba muy bien con la acidez de los
frutos rojos.
-- Uhmmm, está
delicioso. Tiene un sabor distinto pero…me gusta.
Oliver sonreía
mientras degustaba otro canapé.
-- ¿Quieres saber
lo que es?
-- Por favor dime
que no es hígado de cocodrilo.
Oliver emitió una
pequeña carcajada ante el comentario de su compañera.
-- Tranquila, las
reservas se agotaron esta mañana.
Ante la cara de
estupefacción de Felicity, no pudo evitar reírse.
-- ¡Te estás
burlando de mí! – dijo ella atizándole en el brazo
-- Sólo un poco.
-- Serás malo… De
esta me vengaré. Que lo sepas.- le amenazó con su dedo índice, apretando los
labios, lo cual en ella significaba que iba en serio
-- Prometo que te
compensaré. – Oliver dio un sorbo de su copa
-- ¿Haciendo el
amor conmigo esta noche por ejemplo?
Aquella respuesta
fue tan inesperada para Oliver como para
Felicity. Surgió sin pensarlo, sin medirlo, dando forma quizá a sus deseos más
ocultos.
Miradas de sorpresa
y deseo se entremezclaban, fundiéndose de una manera única entre ellos.
Aunque intentaba reaccionar, su propuesta había
dejado a Oliver sin palabras… casi atragantándose.
-- Yo…
Al ver la confusión
generada en su compañero, Felicity se arrepintió de su gigantesco impulso. Era
un paso demasiado grande. Si lo hubiera meditado se habría frenado antes de
tirarse al precipicio.
-- No te preocupes.
Lo entiendo. Ha sido un error. Lo siento.
Felicity no podía
ni tan siquiera mirarle. Se avergonzaba enormemente de lo ocurrido.
-- No es un error.
Oliver levantó su
barbilla con suavidad, buscó su mirada. Quería que sintiera lo que él estaba
sintiendo.
-- No hay cosa que
me gustaría más que hacer el amor contigo.- lo dijo con serenidad pero rotundo
y firme.- de hecho si soy totalmente honesto, me está costando controlarme
desde hace un rato.
Una sonrisa se
iluminó en el rostro de Felicity. Aquella confesión había tenido un doble
efecto: calmar su dolor, estimulando esas mariposas que revoloteaban en su
estómago desde que aquel maravilloso sueño había comenzado.
-- John te matará
cuando se entere.
-- Lo sé. Pero
habrá merecido la pena.
Felicity con una
mirada algo pícara cogió uno de los aperitivos acercándoselo a Oliver para que
lo mordiera.
-- ¿Es para
compartir no?
Él sonrió mordiendo
solamente una mitad del canapé, sosteniéndole esa mirada que parecía estar
desnudándole poco a poco.
-- Sabes, estoy
conociendo una nueva faceta tuya que me está empezando a gustar. Creo que la
voy a necesitar más a menudo.
-- Hay que
ganársela señor Queen. –contestó con una sonrisa
-- Ya veo. Entonces
supongo que tendré que entregarme a fondo.
-- Muy a fondo. No
soy una chica fácil. De hecho puede ser muy duro.
-- Podré
soportarlo. La recompensa, es muy valiosa.
Su sonrisa les
delataba. El matiz sensual que envolvía sus palabras mostraba lo mucho que
habían avanzado. Todo aquello que les separaba había ido cediendo a cada paso,
dándoles la oportunidad de crear un nuevo vínculo. mucho más fuerte. Casi
indestructible.
Absortos el uno en
el otro, casi no escucharon el sonido que provenía del bolso de Felicity.
Instintivamente Oliver tocó el bolsillo de su chaqueta, olvidando que minutos
antes lo había desconectado.
-- No es el mío.
-- Oh entonces es
el mío. Perdona un segundo.
Felicity revolvió
nerviosa el bolso en busca de su móvil. Quería apagarlo o matar a la persona
que había tenido la genial idea de estropearle la cita.
-- Madre mía no te
das cuenta de que tienes el bolso de Mary Poppins hasta que tienes prisa.
Cuando por fin lo
tuvo entre sus manos, deseó no haberlo cogido. Aquel nombre reflejado en su
pantalla sólo podía significar una cosa: Problemas…Y con ellos el fin de su
maravillosa noche juntos.
Observar el rostro
compungido de su compañera, fue suficiente para saber lo que estaba pasando.
-- ¿Es Dig verdad?
-- Sí…
Oliver no quiso
decir nada más. Quería que fuera ella la que tomara la decisión, ya que decidiera
lo que decidiera, él lo respetaría.
-- Mierda... Por
qué por una vez no podía ser la pesada tele operadora de teléfono.
Los tonos se
sucedían cada vez con más frecuencia
consiguiendo que su corazón se acelerara. La indecisión que la consumía era tan
fuerte que no le permitía pensar con claridad.
Intentando hallar
una solución, buscó la mirada de Oliver. Necesitaba que la guiara, que le
mostrara una señal de si debía contestar o no.
-- La decisión es
tuya.
-- Qué momento más
inoportuno has elegido para empezar a delegar.
Por su mente
pasaban cientos de imágenes… no dejaba de imaginar todos los desastres posibles
por los que Dig podría requerir de su ayuda, teniendo todos un final
francamente malo.
-- Yo y mi estúpido
sentido del deber.- enrabietada y con algo de genio se levantó de su asiento,
alejándose de su acompañante.
-- Más vale que un
edificio se esté cayendo encima de un colegio o que un maremoto vaya a asolar
la ciudad.
Dig desconcertado
ante tan caluroso recibimiento, acogió su respuesta sin acritud.
-- Vaya… Yo también
me alegro de escucharte Felicity.
Su compañera al
darse cuenta de que su compañero no tenía la culpa de nada, rectificó rápidamente,
volviendo a ser la misma de siempre.
-- Lo siento John,
no quería parecer grosera pero es que me pillas en un mal momento.
-- Ya veo ya...
-- Bien, ¿cuál es
la emergencia?
-- Bueno, eso
depende de lo preocupante que te parezca que Oliver lleve casi 1 hora con el
móvil apagado.
Aquellas palabras
hicieron que ella se girara buscando a Oliver justo en el sitio en el que ella
deseaba estar.
-- Creo que me hago
una ligera idea de dónde está.- automáticamente cerró los ojos dándose cuenta
de su error.- Quiero decir, que es un hombre de costumbres.
-- Ya he estado en
todos los sitios donde suele ir cuando quiere estar solo, y no hay ni rastro de
él.
Francamente… empiezo a estar preocupado, no es normal en Oliver desaparecer
sin decir nada, al menos sin un motivo.
-- Hay uno muy
bueno...- susurró para sí misma exhalando un suspiro
-- Felicity dime
dónde estás, iré a recogerte.
-- ¡¡NO!!
-- ¿No?
Lo cierto era que
la rotundidad de esa respuesta le cogió desprevenido.
-- Quiero decir,
que no es necesario. Mira, estoy segura de que Oliver está bien, además sabes
que soy una chica con recursos.... En cuanto termine lo que estoy
haciendo me pongo a ello con mi tablet y te mando su ubicación para que te
quedes tranquilo.
-- Felicity... ¿Va
todo bien?
-- Sí, claro... ¿Por
qué habría de ir mal?
-- No sé, te noto
un poco nerviosa.
-- No, claro que
no. Es sólo que estoy en casa con el pijama puesto, disfrutando de una sesión
de palomitas, peli... y es una de las clásicas. Sería un crimen dejarla a
medias ¿no crees? - contestó intentando que pareciera una respuesta
inocente pero sobre todo creíble
-- Sin duda. Bien, en
ese caso te dejo que sigas con tu sesión de cine. Que la disfrutes.
-- Gracias.
Igualmente para ti. Buenas noches.
-- Buenas noches Felicity.
Diggle dejó
aparcado a un lado su móvil esbozando una sonrisa. Lo que Felicity no sabía, es que
durante la llamada, él había estado observando algo con suma atención: la luz
roja parpadeante de dos puntos GPS reflejados en el panel del ordenador.
De vuelta en el
restaurante, Felicity tuvo que respirar con fuerza un par de veces antes de
volver a la mesa. Quería tranquilizarse para que Oliver no pensara que algo
malo ocurría.
Al regresar a su
sitio, supo que su ausencia había tenido algo bueno: le esperaba un delicioso
cóctel en forma de crema, listo para ser degustado.
-- Qué buena pinta.-
esbozó una sonrisa al comprobar que uno de los ingredientes no le era del todo
desconocido, cosa que agradeció infinitamente.
Cogió una de las
gambas que adornaban su copa, al morderla notó un cierto sabor afrutado.
-- Uhmmm, sabe a
fruta.
Oliver observó que su estado de ánimo volvía a ser el de
siempre, por lo que supo que el peligro había pasado.
-- Al menos esto sé
lo que es. Y…antes de que preguntes, Dig sólo quería saber dónde estabas.
Oliver frunció el
entrecejo, y ella al notarlo lo aclaró.
-- Lo tienes
apagado desde antes de que entráramos al restaurante.- señaló hacia su móvil
-- Es cierto. Ya no
me acordaba. – sonrió al darse cuenta de lo rápido que había pasado el tiempo.
Estando
con ella perdía la noción de todo y eso no solía ocurrirle con frecuencia, más
bien nunca.
-- Creo que lo
tengo.
Oliver iba a
contestar pero ella le paró. Al ver lo decidida que estaba, le concedió el
beneficio de intentarlo.
-- Déjame a mí. – Probó
un poco más para afinar su paladar pudiendo así emitir su veredicto final.- Es
una crema de espárragos.
Una gran sonrisa se
dibujó en los labios de Oliver al ver la cara de circunstancias de su compañera
suplicando que dijera que sí.
-- Es correcto.
-- ¡Bien! ¡Mini punto para el equipo de las
chicas!- celebró orgullosa y con
entusiasmo su pequeña gran victoria
Oliver empezó a
degustar su cóctel cuando la voz de Felicity llamó su atención.
-- Tengo que
admitirlo, hoy estás resultando ser una auténtica caja de sorpresas.
-- Debo reconocer
que no todo el mérito es mío. Tener como madre a Moira Queen debía tener alguna
cosa buena.
-- Touché.
-- Para mí, esto
formaba parte casi de mi día a día.
Sus palabras
albergaban un matiz casi nostálgico.
-- Mi día a
día…eran clientes borrachos, tacones 18 horas y comida pre cocinada.
La expresión
desbordantemente desconcertada de Oliver le hizo darse cuenta de que lo había
dicho en voz alta.
-- ¿Lo has
escuchado?
Ante la evidente
incomodidad de su compañera, no quiso insistir.
-- Sí, pero… no
tienes que contármelo si no quieres. Sé lo que es tener algo dentro de ti que
no quieres que nadie más conozca.
Ella agradeció ese
espacio, la oportunidad de seguir siendo para él, aquella chica parlanchina y
curiosa, una noche más.
-- Supongo…que tarde o temprano ibas a enterarte, así que
mejor que lo sepas por mí.
Oliver la miró
intentando trasmitirle la misma comprensión que ella le había mostrado minutos
antes.
-- Nada de lo que
puedas contarme, va a cambiar lo que siento por ti.
-- No estés tan
seguro. Antes espera a escuchar lo que tengo que decir.
-- Aun
escuchándolo, seguiré pensando lo mismo.
Le llevó algunos
minutos hacer acopio del valor necesario para romper el candado que había
mantenido cerrada esa caja a lo largo de los años. Inspiró con fuerza, el aire
parecía haberse vuelto más denso para ella.
-- Habrás notado
que tú y yo somos muy diferentes.
-- Algo había
notado, sí. – haciendo clara referencia a sus caracteres tan dispares
--
Mientras…tú…nacías en una cuna de oro, yo… nacía en el aparcamiento de una zona
de camping.
Mis padres dentro de su mentalidad hippie pensaron que sería una
buena idea.
Su carácter vivo y
alegre había desaparecido. Su mirada había perdido ese brillo especial que la
caracterizaba, mostrándose apagada y sombría.
Sólo entonces pudo
darse cuenta de que lo que hasta ahora creía que era un punto de locura, era en
realidad una coraza protectora. Un escudo frente a lo que realmente escondía:
Dolor…resentimiento…vergüenza
Oliver la escuchaba
atento, sin intervenir. Conocía a Felicity, sabía lo difícil que era para ella
abrirse a los demás, su reticencia a contar nada acerca de su vida o que tuviera una mínima
relación con su pasado. Era consciente del esfuerzo que estaba suponiendo para
ella dar ese paso, estando agradecido por ello.
-- Crecí en un
barrio…que no tiene nada que ver con este. Casi siempre estaba sola o con la vecina
porque mi madre trabajaba de camarera para intentar sacarnos adelante.
-- De ahí lo de los
borrachos.
-- A medida que fui
creciendo me di cuenta de que tenía que ser perfecta, un fallo y todo
cambiaría.
-- ¿No…tenías la
ayuda de tu padre?
-- Mi padre…- una
sonrisa irónica acudió a sus labios.- él…nos abandonó cuando yo era muy
pequeña. Un día se fue y no volvió…aunque eso lo descubrí después de meses de
espera frente a la ventana.
-- Lo siento mucho…No
sabía nada de todo esto.
-- Eso es porque yo
no quería que lo supieras.
Por primera vez
desde que se conocieron, Oliver había conseguido algo imposible: empatizar con
ella en lo más profundo de su alma, pudiendo llegar a sentir todo ese sufrimiento
reprimido.
Sabía que sus
palabras tendrían un efecto impactante sobre él, aludiendo a su compasión. Y
ella no quería que la compadeciera. Había luchado mucho para ser quién era,
para que todo lo que la unía a su pasado, desapareciera…
-- Tranquilo. Después
de todo, tuvo su parte buena. Pude centrarme en mis estudios, terminando la carrera en un tiempo récord.
-- Y… lo de los
tacones.
-- Durante el
tiempo que estuve en la universidad, me trasladé a varios sitios, entre ellos
el campus de la zona. Como el precio era bastante alto, mi madre no podía costearme
los gastos que eso suponía, así que…tuve que trabajar de camarera, de azafata,
de vendedora ambulante…
-- ¿Vendedora
ambulante?
-- No preguntes.
Felicity le
concedió unos segundos para que terminara de asimilarlo todo. Era mucha
información para un solo día.
-- Vaya…Sólo puedo
decir que estoy impresionado.
-- Qué gran
historia, ¿verdad? Una madre conejita de playboy, un padre ausente, un ex novio
que se suicidó…aunque bueno, qué es eso frente a 5 años en el purgatorio.
-- Dicho así, suena
peor lo tuyo más que lo mío.
De repente se
vieron envueltos en un silencio sepulcral.
-- Bien, ya se ha
roto la magia. Puedes salir corriendo, no te culparé.
Felicity vio que se
quedó inmóvil, callado…simplemente mirándola. Transcurrido un tiempo que no
podría definir con exactitud, miró el reloj de su muñeca y contestó.
-- Sigo aquí. Y...aunque
te moleste, quiero seguir conociéndote. Quiero saberlo todo sobre ti Felicity.
Nunca pudo imaginar
que dos simples palabras pudieran tener tanto poder. Sin darse cuenta le había
ofrecido el mejor regalo que podía darle: sentirse amada, aceptada sin
restricciones.
Un sentimiento de
sosiego fue expandiéndose en su interior, emocionándola… derritiendo un corazón
que había tenido que aprender a ser fuerte, a no dejarse pisotear por nada ni
por nadie.
A pesar de sus
esfuerzos, las lágrimas emergieron, mostrando esa vulnerabilidad que tanto
había luchado por ocultar.
Oliver se acercó un
poco más ella, enternecido por su fragilidad, acarició su rostro con dulzura,
borrando con las yemas de los dedos cualquier
rastro de ese dolor en su piel.
-- Tengo que
confesarte algo.
Ella levantó
lentamente su mirada hacia él, con temor de que su mayor miedo se hubiera hecho
realidad.
-- Creía que mis
sentimientos por ti no podían cambiar. Pero me equivocaba…
Ella le miraba sin
poder creer lo que estaba escuchando… No podía ser verdad que estuviera a punto
de perderle.
-- Si antes estaba
orgulloso de ti, ahora ese sentimiento se ha engrandecido aún más. Puede que tu
madre no sea perfecta, pero me dio la oportunidad de conocer a la mujer más
increíble del mundo. Y por ello le estaré siempre agradecido.
Esas palabras tan
esperadas le devolvieron la ilusión. Su mirada dulce junto a ese deje salado en
sus labios, era todo cuanto necesitaba.
Oliver quiso que se
relajara, que olvidara los malos momentos.
-- Volviendo a un
tema que me interesa. ¿Hay algún ex novio del que tenga que preocuparme?
-- ¿De todo lo que
he dicho sólo te has quedado con eso?
-- Ahmm, me interesa
saber si tengo competencia.
-- Nadie en su sano
juicio sería capaz de aguantarme.
Con gesto
sorprendido tras ese pequeño puñal recibido, Oliver le contestó.
-- Gracias por la
parte que me toca.
-- Como dijo Dig
una vez, tú nunca fuiste normal. Pero que conste que es con cariño.
Oliver asentía con
su sonrisa de CEO, aguantando estoicamente otro puñal envenenado, que de haber
sido otra persona la que lo lanzaba su reacción habría sido distinta.
Al notar que estaba
un poco molesto, se acurrucó con él haciéndole alguna que otra caricia.
-- Anda no te enfades.
Si ya sabes que me encanta cómo eres. – su tono de voz meloso fue acompañado de
un beso dulce en los labios, pensando que así se ablandaría.
Oliver la miró de
reojo, acercándose a escasos milímetros de su boca.
-- Esta noche,
cuando te quite el vestido, pienso cobrármelo.- sus palabras, convertidas en un
susurro sensual y provocador, conllevaron
que el cuerpo de Felicity se estremeciera de placer.
Ella quiso buscar
su boca, saciar su sed…pero él se apartó, besándola con ternura en la comisura
de los labios. Estaba poniéndola a prueba. Quería saber hasta dónde era capaz
de aguantar.
Felicity exhaló
todo el aire a través de su sonrisa.
-- ¿Quieres jugar?
Yo también sé jugar.
-- Estoy deseando
verlo. – una sonrisa pícara se dibujó en sus labios mientras probaba un pequeño
sorbo de su copa
Ninguno de los dos
desvió la mirada, estaban disfrutando de aquel momento, explorando esa nueva y
refrescante intimidad existente entre ellos, que aunque todavía estaban
aprendiendo a compartirla…muy pronto les llevaría a descubrir mundos
desconocidos llenos de placer y muchas sorpresas.